El encuentro de aquella nube, justo al entrar en la gran capital, fué sin duda lo mejor del dia, mientras nos movíamos por la ciudad, con el coche entre perdidos bajo el manto de la apariencia del orden, con gran velocidad se inició un juego en el que la nube no quería desaparecer de nuestro campo visual. Tan sólo los grandes edificios y un nubarrón gris y electrico parecían dispuestos a rompernos la recreación que la naturaleza nos brindaba en aquella jungla de asfalto, con un sol engañoso, palmeras sin cocos y aquella nube que nos siguió hasta la desaparición de su forma ante nuestra mirada, un nubarrón con ganas y una simple brisa que se la llevó para siempre.
lunes, 21 de enero de 2008
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